La tecnología, el talento, el glamour, la velocidad, la aerodinámica, las estrategias y hasta los miles de millones de dólares invertidos en la Fórmula 1 a veces pueden verse superados por una simple tuerca difícil de apretar.
La maldición de las tuercas la han padecido, antes o después, todos los pilotos. El domingo le tocó el turno a Carlos Sainz en su estreno en un gran premio de Fórmula 1. Una tuerca de la rueda trasera izquierda de su Toro Rosso estuvo a punto de arruinar el debut del español en Australia.
Sainz fue noveno en una carrera en la que llegó a ser quinto. En su única parada en boxes, en la vuelta 25, fue víctima del fallo de sus mecánicos, que se demoraron demasiado al cambiarle el neumático trasero izquierdo Una de las tuercas se encasquilló, los mecánicos se atascaron con la pistola que utilizan para poner y quitar las ruedas, y el español estuvo más de medio minuto con el bólido parado esperando una solución.
Cuando regresó a la pista era el último de 12 coches que seguían en pista en ese momento, aunque el español temió incluso que la carrera se hubiese acabado para él. "Cuando hice el 'pit stop' y vi que tardaban tanto llegué a pensar que no volvía a salir y que ahí se acababa la carrera para mí", dijo Sainz.
"Ha sido una pena, pero unos días fallan ellos y otros días fallaré yo. Así son las carreras", añadió el piloto español, que libró una dura batalla con el mexicano'Checo' Pérez y el sueco Marcus Ericsson por ser octavo. El español mantuvo el tipo, se fajó con Ericsson, pero el de Sauber terminó rebasándolo cuando sólo faltaban dos vueltas para el final y acabó noveno, sumando sus primeros puntos en Fórmula 1 el día de su debut.
"Cuando me han dicho que los puntos eran posibles me he empezado a animar de nuevo", explicó Sainz. "Ha sido una carrera de locos, nos ha pasado un poco de todo, pero hay que estar contentos. Al final los puntos eran el objetivo en esta carrera y lo hemos conseguido. He dado lo máximo y estoy muy contento", insistió.
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